Thursday, July 07, 2005

LA IMPERIOSA NECESIDAD DEL CAMBIO

Señalábamos en una columna anterior (y permítame seguir insistiendo) cómo la sociedad, cada uno de nosotros por lo menos en la República Argentina, fuimos educados y educando para mantener “un bajo perfil” y en consecuencia con ese bajo perfil se escalaba más rápido hacia las jefaturas donde uno podría allí sí, desarrollar su capacidad e intentar el cambio. Claro que cuando ese llegaba lo primero que hacía era exigir bajo perfil a los demás ¿no? Todo eso nos llevó a un ejercicio tan habitual de la hipocresía y la mentira, que hoy rediseñarnos como sociedad significa un esfuerzo tan descomunal, que de no ser encarado inmediatamente, probablemente no alcancemos a verlo jamás. Si a ello le sumamos la increíble indiferencia disfrazada de tolerancia tanto a lo que es agresivo a nuestros valores, costumbres, modo de vida, respeto a los demás, a la traición al país y otros tantos etcéteras que tenemos como sociedad ¿que futuro esperamos? ¿cómo creemos que será quien nos gobierne en el futuro y se deba preocupar por el resto?
Paradójicamente, en las películas extranjeras que a veces destacan claramente sus propios comportamientos sociales, podemos apreciar que en las empresas, deportes, la actividad diaria, reflejan una competitividad, una libertad de expresión cotidiana, de respeto y exportación de sus valores y pensamiento, que provoca justamente lo contrario a lo que hacemos aquí: un alto perfil en el individuo promedio. Entonces, una sociedad se debate en la mediocridad de sus dirigentes y la supervivencia como país (la nuestra) y las otras, se encuentran como dominantes en el marco global. Rediseñarnos como país, corrigiendo este tipo de cosas es urgente e inevitable y además, iniciarlo desde la educación misma pero ¿alguien cree que así estamos en condiciones cuando ni siquiera hay respeto a los mayores o a los símbolos patrios? Un principio sería comenzar a defender entre todos lo nuestro, que se vuelva a premiar a los honestos y castigue a los traidores, que ejerzamos con total responsabilidad el deber de elegir a los mejores, sin detenernos a premiar a los más calladitos, de perfil bajo y caras de nada. ¿no?

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