JORGE JULIO LOPEZ, JOSE LUIS CABEZAS Y EL CASTIGO DE SER TESTIGO EN ESTE PAÍS
Es mucho el tiempo que lleva desaparecido como para no preocuparse y demasiado, el Sr. Jorge Julio López testigo y doloroso damnificado por el oprobioso accionar del represor Etchecolatz. No podemos ni debemos minimizar ni olvidar esta situación, de una enorme gravedad institucional para la República y la Democracia, capaz de influir grandemente en el accionar de la justicia no sólo en juicios similares relacionados a la violación de derechos humanos, sino cualquiera que fuera encarado por ejemplo por la justicia penal.-
La indefensión de los testigos como ha quedado comprobado, lamentablemente es enorme, ya que el conocimiento de sus identidades, domicilios y grupos familiares, están al inmediato alcance de los acusados a veces incluso a través del accionar de sus propios abogados. Y en este caso específico, la impunidad de la irresolución de su desaparición que incluye además serias amenazas a las vidas de los jueces que intervienen y otros testigos, está logrando su cometido: la sensación que no vale la pena involucrarse. Y no hay justicia porque cada vez hay menos pruebas para todo, acrecentando en la gente la impresión que debe hacer justicia por si misma, sus propios medios y lo que es peor, su unilateral interpretación del bien y del mal.-
Sin embargo y antes de continuar con el razonamiento, deseo solicitarle que no olvide, que debemos hacer el esfuerzo por defender y comprender que así como José Luis Cabezas fuimos todos, Jorge Julio López también somos todos, que el día menos pensado y por la circunstancia menos previsible, la vida puede ponernos en su lugar. Puede ponernos de testigos con o sin cámara. NO NOS OLVIDEMOS DE LOPEZ NI DE JOSE LUIS CABEZAS, cuyos asesinos ya están libres todos.-
Usted me dirá que esto sólo se circunscribe a la justicia, a la instancia legal del juicio y su resolución pero lamentablemente no es así y me parece que obedece a un cambio actitudinal de la sociedad que nos pasó desapercibido hasta eclosionar. Se trata de considerar a la denuncia, al testimonio de una injusticia, algo incorrecto y “perjudicial al otro” supuesto inocente, un comportamiento social incomprensiblemente cuestionado por la gente de bien y muy bien aprovechado por la gente de mal. Escuchábamos no hace mucho y en referencia al robo de cables que dejaba permanentemente incomunicado a un barrio, cuyos dirigentes veíamos en los medios elevando su amarga queja, que nadie desea ser testigo de nada. Nadie veía trabajar a los ladrones. Todos nos preguntamos ¿cómo puede ser que se suban a los postes y bajen metros y metros de cable que cargan en vehículos particulares y aún siendo de noche nadie los vea, nadie denuncie? Y la respuesta es más que clara: porque a nadie le conviene ni le va bien si hace la denuncia.-
Esta verdad de Perogrullo es encontrada inmediatamente por todo el mundo, incluidos jueces y fiscales, policías y legisladores, dirigentes y vecinos comunes y sin embargo quienes podrían cambiar la historia ¿han hecho algo? claro que no y entonces las actitudes de la sociedad, la nuestra, provocadas por la sabiduría de la experiencia que indica que nunca pasa nada con denunciar porque al final (en este caso) a uno le apedrean la casa y rompen los vidrios, por lo menos y con suerte, terminan en pedir una y otra vez... ¡ pongan los cables por si necesitamos llamar ante una urgencia ! y los robos siguen y la impunidad continúa.-
Se imagina que éste es sólo un ejemplo bien actual para señalar la gravedad del problema. Si hasta el denunciante, el que señala el delito, el que protege a los demás anunciando que lo van a perjudicar sin derecho y sin merecerlo, ahora debe soportar ser.... ¡ un buchón ! Este adjetivo de neto corte carcelario originariamente, se refiere a la violación de la lealtad entre delincuentes que para establecer jerarquías exigía “la omertá”, el secreto ante todo sobre el accionar y planes futuros de acción. Transcurrido el tiempo y por nuestra pasividad ante el adjetivo, no sólo se hizo habitual y compartido sino merecido como un disvalor entre los honestos, un comportamiento no aconsejable ni recomendable hoy entre nosotros y que repercute en otras innumerables actitudes. Si hasta es corregido por los maestros (¿?)
Tenemos que volver a educar, pero no en el Colegio ¿eh? esta es una tarea “de la familia” de cada grupo y cada hogar, no de la escuela. Basta de descansar en los demás nuestras responsabilidades. Como insisto siempre, éste es otro de los grandes temas que deberíamos aprovechar a dialogar en familia, porque ejemplos hay muchos y seguramente mejores que los que le señalé, pero elemental a la hora de analizar y tener en cuenta por ejemplo, la actitud de los jugadores de Gimnasia y Esgrima de la Plata ¿no?
Thursday, November 23, 2006
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